No nos cansamos de escucharlo. Viajar abre la mente, viajar es la única cosa que se compra que te hace más rico, viajar es la mejor universidad y un largo etcétera… pero ¿es cierto? ¿Tienen razón quienes ponen el viaje por encima de todo? Obviamente depende mucho de tu actitud a la hora de enfrentarte a un viaje y es evidente que viajar siempre te hace aprender algo, aunque sea de los destinos: Es mucho más sencillo interesarte por la milenaria historia y cultura egipcia o persa, si viajas a Egipto o a Irán que en Madrid pero, desde un punto de vista más abstracto, más personal, incluso espiritual ¿Qué he aprendido yo viajando?

1. Viajar es más sencillo de lo que se puede pensar.

Vivimos en un momento en la historia del ser humano en que viajar y moverse, es cada vez más simple. Lejos quedaron aquellos exploradores que se aventuraban a lo desconocido en largas expediciones o que viajaban sin apenas información. Nos puede sorprender, pero no hace tanto de esta época. Ha sido con la llegada de Internet cuando los viajes se han democratizado y simplificado. Apenas hay destinos a los que no podamos llegar hoy en día. Tenemos la posibilidad de mirar vuelos, chequear horarios, comparar alojamientos, mirar guías, hablar con otros viajeros, pedir recomendaciones… Todo es instantáneo. Podemos planear milimétricamente cada paso, cada día. Hemos llegado a un punto de tanta sobreinformación que creo que la tendencia es cada vez más la opuesta, llegar a un destino e intentar descubrirlo in situ, planear sobre la marcha y dejarse sorprender. De cualquier manera, sea cuál sea tu manera de afrontarlo, hay un punto en común: Se puede hacer y es sencillo. Una vez que das el paso y empiezas a viajar, todo es mucho más sencillo de lo que podía parecer en tu cabeza. Si quieres, puedes, es posible. Aprovéchalo.

2. La gente es mayoritariamente buena, honrada y amable

Hemos nacido en una cultura del miedo, que en un exceso de protección nos aísla los unos de los otros. “No hables con desconocidos” ha sido una de las frases que más hemos escuchado durante en nuestra infancia y juventud y que inevitablemente han marcado nuestra personalidad. Lanzarse a recorrer el mundo, implica un acto de fe para romper ese miedo. Obviamente, no es una cuestión de que no pueda pasar nada. La discusión no es esa. Es necesario viajar con cierto cuidado, saber dónde estás e intentar usar el sentido común lo más posible. En todas partes, en todas, hay gente con malas intenciones. El drama está en atribuir demasiado poder a ese mínimo número de personas, considerar ese ruido como una mayoría. Confiar en la gente que me he encontrado, siendo amable y respetando los lugares por los que he pasado me ha abierto las puertas a muchas experiencias irrepetibles.

3. Viajar genera un impacto. Minimiza el tuyo o haz que sea positivo

Sí, por mucho que lo intentemos minimizar, viajar implica un impacto. En algunos lugares como grandes metrópolis multiculturales es más pequeño que en otros como zonas poco explotadas turísticamente. Pero en todos, absolutamente todos, que estemos ahí tiene una repercusión. Es especialmente importante ser conscientes de que nuestra presencia puede cambiar la economía local y no siempre para bien. Hay zonas absolutamente devastadas por el turismo y donde sin embargo la gente local no ha mejorado su calidad de vida, incluso puede haber empeorado. Hay lugares bajo el reclamo turístico de actividades con animales, se esconde el maltrato e incluso cambios drásticos en sus propias costumbres. He aprendido que se puede vivir perfectamente sin esas fotos que tristemente muchas veces no tienen otra función que la de presumir o buscar el like. Se puede ser sensato a la hora de acercarse a las comunidades locales y lo que es más importante: muchas veces en otros rincones con menos gente se esconden experiencias mucho más enriquecedoras que las prefabricadas. Suele ser algo complicado de gestionar, porque cuando nos planteamos un viaje, lo imaginamos con ciertas imágenes en nuestra cabeza. Valorar y asumir que la experiencia va a ser otra suele romper los esquemas mentales, pero merece la pena.

4. Disfruta los momentos buenos. No te preocupes tanto por los malos

A pesar de que es nuestra cabeza planteamos un viaje con ilusión y nos lo imaginamos como idílico, lo cierto es que la vida generalmente tiene otros planes que se suelen mezclar e imponer a los nuestros. Y, al igual que resto de días de nuestra vida, durante un viaje hay días geniales, buenos, malos y otros muy malos. Es importante desdramatizar en su justa medida, disfrutar los buenos momentos e intentar sacar lo mejor de los malos. La estadística confirma, además, que los malos suelen ser los más memorables, porque son los que te han puesto en una situación que debes resolver y cuando lo haces (porque se hace), te sientes profundamente satisfecho. Además de ser el perfecto caldo de cultivo para las mejores anécdotas.

5. Viaja solo alguna vez en la vida. Toma decisiones. Enfréntate a los miedos

Viajar solo puede ser abrumador. ¿Y si me pasa algo? Es cierto que en los momentos malos se echa de menos a alguien que te comprenda y te ayude a relativizar o quitar hierro al drama, pero pocos problemas son tan graves que no tengan solución. Viajar solo te pone en una tesitura muy interesante alejada de la rutina de tu día a día y es la de tener que tomar decisiones y para bien o para mal, hacerlas por tu cuenta. Ser tu propio soberano puede ser intimidatorio en las primeras ocasiones, pero la sensación de libertad que vas sintiendo es muy satisfactoria. Además poco a poco tomar decisiones se va convirtiendo cada vez en algo más sencillo.

6. Las joyas suelen estar fuera de ruta y se descubren reduciendo la velocidad

Con el tiempo cada vez viajo más lento. Cada vez me importa menos el cubrir las supuestas etapas que deben tener un viaje e ir tachando en la lista de cosas por hacer. Planear un viaje debería ser algo orientativo y orgánico más que algo rígido. Esto te da márgenes muy interesantes, por un lado para analizar cómo te sientes y qué te apetece hacer y por otro para desechar y cambiar lugares y situaciones que no te acaben de llenar. Añadir un par de días más a un destino, fuera del plan de los puntos “obligatorios” de cada lugar, te permite descubrir rincones, conocer a más gente local e incluso recibir recomendaciones de lugares maravillosos que no salen en las guías.

7. Inconscientemente vas eliminando prejuicios

Una de las mejores cosas que se puede aprender viajando es a darnos cuenta que el mundo se puede entender de infinidad de maneras distintas y que la nuestra, nuestra percepción, nuestra cultura, es solo una de tantas. Cuantas más situaciones diferentes conoces, más se abre tu abanico de empatía y comprensión. Hay decenas de maneras de enfrentarse a la vida, a la muerte, a las relaciones personales y familiares, a la gastronomía, al ocio, al propio entorno… y muchas de ellas te harán darte cuenta que la tuya no es precisamente la mejor. ¿Pensabas que eras hospitalario? Viaja a Irán o a Colombia ¿Pensabas que eras educado? Viaja a Japón y siéntete un bárbaro. La lista es interminable y tenemos mucho que aprender los unos de los otros.

Lo que aprendí viajando - Ignacio Izquierdo

8. Viaja para que te pasen cosas

Puede sonar un poco ridículo pero, cuanto más viajo, menos interés tengo en coleccionar sitios y más en atesorar experiencias. Por mucho que me impresione un monumento o muchas ganas con las que visite un museo, son las historias que me pasan a nivel personal las que marcan mis viajes. Son las historias que comparto con gente, sean durante unos días, unas horas o un momento las que se quedarán conmigo. El viaje, el lugar, es un marco para vivencias. Quizás unas de las mejores cosas que he podido hacer es dejar tiempo o margen fuera de planes encorsetados para que te puedan suceder cosas. Lo inesperado no tiene por qué ser malo, muchas veces puede ser la experiencia más enriquecedora e imperecedera de tu viaje.

9. La sonrisa y la paciencia son las claves del idioma universal

Viajar implica enfrentarse a muchas culturas distintas y el idioma siempre es una barrera. Comunicarse puede ser frustrante, pero no hay que dejarse llevar por el desánimo. La mayoría de las cosas se pueden conseguir con ciertos matices y algunos errores por lo general nada críticos, mediante una buena y honesta sonrisa, algo de mímica y mucha paciencia.

Lo que aprendí viajando - Ignacio Izquierdo

10. No hay manera correcta de viajar

Sí que hay una incorrecta en la que no respetas costumbres, impones tu visión, quieres que las cosas sean como en tu lugar de origen pero con otro telón de fondo y viajas pensando que tienes ciertos privilegios cuando realmente el único privilegio que tienes es el de poder viajar. Pero dejando a un lado estas cosas, hay que entender que hay tantas maneras de viajar como personas. Según para quién puede ser igual la ilusión de cargarse la mochila al hombro, que viajar en un tour organizado o viajar solo los fines de semana. Viajar es una experiencia que puede ser más o menos intensa según como cada cual quiera vivirla, no debería ser nunca objeto de crítica, ni búsqueda de un récord. Viaja como quieras, puedas y más disfrutes.

11. No a todo el mundo le gusta viajar, acéptalo

Existe una corriente actual que idolatra el viaje por encima de todas las cosas. Incluso hay una cierta autocomplacencia en el viajero, que mira con una superioridad moral a quien no lo hace, especialmente si no lo hace porque no le da la gana. Si viajar abre la mente, debería también valer para aceptar que no todos en el resto de tu entorno tiene las mismas inquietudes ni necesidades. Viajar tampoco mejora a las personas por sí mismo, ni las hace más inteligentes, ni más guapas. Si has encontrado en viajar la cosa que más feliz te hace del mundo: Enhorabuena, porque no es nada sencillo encontrar tu pasión, pero recuerda que solo es eso. Tu pasión.

Y a ti ¿Qué te ha enseñado viajar?

Artículo escrito por Ignacio Izquierdo, de Crónicas de una cámara